Siempre discreto, se apuraba cuando merecidamente elogiábamos en público su labor. Y discretamente, también nos ha dejado, sin que ni siquiera hayamos podido acompañarle en persona, por las circunstancias.
Como decía Pérez-Reverte, «Aunque nos esforcemos en ocultarlo, u olvidarlo, la vida, que tiene sus propias reglas, de vez en cuando exige a ciertos seres humanos que sepan morir sin protestar, con decoro y sencillez, como es debido. Y ellos saben».
Descansa en paz, querido Mario